Nos encontramos con Gudrun Schyman a las ocho de la tarde en el Respekt: un bar, restaurante y discoteca de moda en la plaza Järntorget de Gotemburgo, la segunda ciudad en población de Suecia. Es un lugar sin humos, lleno de gente cool y fashion, con música alta y mucho ambiente de viernes noche.
Por primera vez hemos visto a Gudrun Schyman en persona durante el día. Su presencia resulta impactante, un cuerpo largo y delgado encabezado por una cara de facciones pronunciadas que parecen señalar con determinación hacia delante. Gudrun es una mujer alta y rubia, e inmediatamente percibes el personaje público, la costumbre de moverse ante cámaras y multitudes, escoltada por varios policías que después de tanto oírle van simpatizando con el mensaje feminista. Lleva una ropa simple que sobre su cuerpo se convierte en elegante y atractiva. Su voz metálica suena ininterrumpidamente. Habla alto y claro, interpela a la gente, sonríe, bromea, se enfada. Me encanta su presencia, me seduce al instante, me convierte enseguida en su admiradora.
Por la noche llega el momento de nuestra entrevista con ella. Ha sido un día agotador, más para ella que para nosotras. La hemos seguido desde por la mañana en Gotemburgo, en el Brunsparken, donde, bajo un sorprendente abrasador sol sueco, dio una charla de más de una hora ante un público en su mayoría joven, compuesto por mujeres que hicieron cola al final de su alocución para comprar uno de sus folletos y obtener un ejemplar firmado por ella.
A continuación vamos a Angered, uno de los barrios que albergan a parte del 25% de la inmigración de Gotemburgo. El paisaje social cambia completamente. Se ven personas con otros rostros y otras vestimentas. Gudrun Schyman varía ligeramente su acercamiento al tema. Se inclina para hablar con mujeres distinas, de menor altura y distinta configuración física. Su presencia rubia y sofisticada desentona un poco en una zona de la Suecia menos favorecida. La gente se acerca menos, el círculo se mantiene en la distancia. Schyman, imparable, incansable, continúa con su discurso, que no entiendo pero que suena persuasivo y convincente.
Hay un nexo común en todas las mujeres que permite que el mensaje llegue allí donde va. Y ella lo conoce bien. No se cansa de decir que lo único que une a las mujeres es la opresión. El feminismo de la igualdad nos dice que entre una mujer inmigrante y entre una sueca que se dedica a la política desde un escaño en el parlamento hay más distancia que entre esa misma parlamentaria y el hombre que ocupa el escaño de al lado, aunque sea del partido opuesto. Claro que las distancias pueden medirse desde muchos puntos de vista y conocer íntimamente los pormenores que acarrea la condición femenina supone hacerse con la clave común a mujeres de toda clase y situación.
También cala en algunos hombres maltratados por la discriminación, sensibles al sufrimiento que Schyman describe al hablar de las mujeres. Sabe que el sufrimiento es quizás la más universal de las experiencias humanas. Y sabe que la democracia sólo es posible desde esa comprensión, en ese impulso común a querer vivir entre el miedo y la esperanza. La clase y el género, la inmigración y la discriminación, la visibilidad y la invisibilidad en la moderna sociedad sueca de la opulencia hoy se mezclan.
El programa continúa con una visita a un centro de mujeres maltratadas donde podrá contarles que ella también lo fue. Gudrun S. tiene muchas historias para contar, y las cuenta, que la acercan a su público. Ha tenido trabajos a tiempo parcial, empleos típicamente femeninos como asistenta en los servicios sociales, fue una madre sola, sufrió malos tratos, problemas con el alcohol, un padre alcohólico... Schyman sabe cómo acercar sus cicatrices a su interlocutora, achicando la distancia entre su belleza rubia y su aire de sueca triunfadora cuando dice “mira, tenemos tanto en común”.
Cada día que pasa alguien nos cuenta una nueva pincelada de la trayectoria de esta mujer, una política de raza, que parece sobrevivir a mil batallas, que se crece en los ataques, que lucha denodadamente por reinventarse y reubicarse en un panorama político que podría parecer acabado para ella. Schyman es una corredora de larga distancia y lo sabe. Lleva con ella la carta del destino, la del espera y verás, sabiendo que hasta ahora le ha sonreído tantas veces y le ha traído el aprecio, admiración y reconocimiento de la gente, incluyendo a muchas personas de partidos adversarios, a pesar de los errores cometidos y de las tantas veces anunciadas muertes políticas que se le han atribuido.
Nos cuentan que su primer parto fue filmado y distribuido en una película. Que protagonizó más de un escándalo bajo los efectos del alcohol antes de reconocer su adicción en un programa de televisión a la hora del desayuno después de uno de esos episodios. Que se le acusó de no pagar impuestos. Y también que fue la líder del Partido de la Izquierda, un partido minoritario que convirtió en la tercera fuerza política del país, doblando el porcentaje de votos durante su liderato y, sin embargo, a punto de desaparecer del Parlamento según las encuestas actuales. Valor no le falta, y actualmente es parlamentaria sin pertenencia a ningún partido político conservando su escaño en calidad de lo que aquí llaman salvajes políticos.
Al final, y a pesar de que el cansancio le vence, se aviene, muy profesionalmente a responder a nuestras preguntas. Gudrun Schyman contundente, plagado a veces de lugares comunes y de continuas referencias a su experiencia personal. Cuando saca esta carta es cuando alcanza el cenit de su virtuosismo en el arte de la persuasión. Nos toca el corazón. Parece comprendernos, a la gente corriente, en nuestras elecciones y en nuestras vidas cotidianas.
Me gusta Gudrun Schyman. Y respondo al patrón común en las personas que le rodean. Yo también espero su abrazo, su sonrisa y su aprobación. Si esto no es carisma, se le parece mucho. Hoy, y a pesar de todo, Gudrun Schyman, curtida en mil batallas, se mueve como una ganadora, o como una persona con posibilidades de ganar, atrayendo en torno a sí a aquéllas que como ella aspiran a participar e intervenir en el corazón del poder, en la vida política. Gudrun Schyman y F! se han encontrado en una causa que representa sus actuales inquietudes y prioridades, que refleja su experiencia y convicciones.
Pero hoy, la noticia aquí en Estocolmo no es Schyman, sino Jane Fonda que ha prometido su apoyo a F! y una visita la jornada antes de las elecciones.
Priya